Un médico rural, personaje sin pasado, sin nombre, indeterminado, apenas sabemos nada de él. Así nos presenta Kafka a su personaje, solo conocemos su oficio, médico en una comunidad rural.
Aquí volvemos a encontrar las constantes en la narrativa de Kafka que Alex Broch denominó como unidades significativas:

Estos temas no aparecen de manera aislada y separada, sino todo lo contrario. En el relato que nos atañe, en cierta medida encontramos todas las unidades significativas desarrolladas, exceptuando los puntos 4 y 5 que lógicamente no aparecen en esta narración.
El punto número uno se ve reflejado en los esquemas de lógica/ilógica y verosímil/inverosímil, que no sólo operan en el nivel semántico, sino que esta subestructura se enfrenta al personaje con una situación concreta, sin encontrar la debida respuesta, encerrándolo por tanto en su laberinto sin salida, que también se refleja en el nivel sintáctico de la construcción narrativa, representado por el antifinal narrativo de las novelas kafkianas.
La significación simbólica de su obra se encuentra en las llamadas “situaciones inverosímiles” que constituyen uno de los aspectos más destacables de su producción literaria.
Ahora trataré de explicar el significado de la categoría de verosimilitud. Encontramos dos acepciones para el adjetivo verosímil: “que tiene apariencia de verdadero”, y una segunda acepción muy significativa: “creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad”.
La categoría de verosimilitud es, por tanto, una convención. Es la imagen y la opinión que el público y el lector dan y aceptan de un hecho real. No es tanto la realidad del propio hecho como la imagen que aceptamos como reflejo y espejo de este hecho. La inverosimilitud aparecerá cuando se rompan las leyes y los límites de esta convención aceptada como real. Si la nueva lógica es aceptada y admitida por la convención social, se amplían los límites considerados verosímiles y se integran aquellos que se habían considerados inverosímiles.
Los cinco temas son utilizados para crear una superestructura temática que produce situaciones regidas por una lógica diferente a la que estamos habituados.
La aceptación de lo inverosímil o, más bien, la impotencia es lo que caracteriza a nuestro médico rural. Los personajes kafkianos actúan con una lógica natural y según los códigos de comportamiento social establecido y esta es la situación de nuestro viejo médico rural, personaje que se ve arrastrado por una realidad, que a todas luces es inverosímil, pero ante la que se pliega.
El relato tiene un ritmo ascendente que se corresponde con los ataques que recibe de la “inverosimilitud”, donde ciertamente la víctima colabora, dejándose arrastrar, sabiendo que es inútil toda resistencia.
Lo desconocemos todo o casi todo sobre el médico (sólo sabemos que es mayor), aunque su anonimato sea muy significativo y necesario para acentuar la atmósfera de irrealidad.
El proceso de desconexión con la realidad avanza desde el principio de manera inexorable y va a acabar en un antifinal narrativo.
Rompe con el código establecido de la sintaxis narrativa, lo cual refleja la imposibilidad de Kafka para dar una respuesta al problema que tenía planteado y que se refleja en esta narración. La sintaxis narrativa obliga a toda novela a salir, a proyectarse desde un punto de vista inicial para llegar a otro final.
Al no encontrar ningún final, ninguna respuesta, el autor deja al personaje encerrado en su laberinto, que acentúa su sensación de desvalimiento.
En cuanto a la relación dominador/dominado, tiene una importancia clave. Sin embargo, existe un aspecto importante que hay que puntualizar: en este caso el dominador no lo encontramos representado en ningún personaje, en este caso la explicación es más compleja y obviamente se relaciona con el resto de los puntos.
No hay resistencia, ni siquiera un amago de ella, aunque también es cierto que no hay nada contra lo que resistir. Es precisamente esta atmósfera de impotencia lo que le imprime la fuerza narrativa. El médico actúa con una lógica natural, es decir, humana, y según los códigos de comportamiento social establecido. Su problema radica en adaptarse a la nueva situación creada.
“¡Engañado!, ¡engañado! Haber seguido una sola vez el falso tañer de una campana nocturna. Es irreparable”.
El engaño: esa parece que es la conclusión que saca Kafka de la realidad. Cegado por los espejismos que le rodean, incapaz de discernir entre verosímil/inverosímil, el viejo médico rural claudica.
Y es ese engaño precisamente el que suplanta a la “realidad”, y es en ese juego donde se pierde nuestro protagonista, pero en un último gesto (quizás inútil) huye, para recordarnos que el hombre es el imperativo categórico que nos obliga aún a resistir.
En las postrimerías de la inocencia, Kafka no tiene nada de novísimo. Ha estado en todas partes, ha cometido todos los delitos, ha sufrido todas las vergüenzas de la Primera Guerra Mundial. En su protesta se acercó al silencio, pidiéndole a un amigo que quemara todas sus obras.